En estos días es común ver noticias relacionadas con estafas informáticas, robo o secuestro de información, que implican pérdidas millonarias para los afectados. Estos actos, por lo general, buscan dinero, información o realizar un ataque específico.
Para una mejor compresión de la seguridad de la información, hay que entender que esta se fundamenta en tres dimensiones:
- Confidencialidad, es decir, que la información debe ser accesible solo a las personas que tienen la autorización para hacerlo.
- Integridad, tiene que ver con la afectación que se pueda hacer a esa información, que no se afecten por errores u omisiones no deseadas, por ejemplo, ahora que compartimos carpetas en la nube y mucha gente tiene acceso al mismo archivo, entonces cómo asegurar que no se corrija o no se eliminen datos o elementos importantes entre tanta manipulación.
- Disponibilidad, se refiere a que esa información esté al alcance de las personas que deben de conocerla o usarla, por ejemplo, contar con respaldos de la información.
Amenazas
En tiempo de pandemia se suman más. Pero se conoce que el ciber crimen tiene un costo anual aproximado a 30 mil millones de dólares según información de la OEA, cifra que aumenta día con día.
Los ataques en línea y el aumento de riesgos cibernéticos obliga a empresas y a cada uno de nosotros, a tomar acciones para proteger información propia y de los clientes.
La mayoría de las veces se piensa que estos problemas van a afectar solo a grandes empresas, sin embargo, los ataques son no dirigidos, es decir, van a los objetivos más vulnerables y entre esos se encuentran las pymes.
En América Latina, aproximadamente el 50% de las empresas son pymes, según información de la Corporación Andina de Fomento, y la mayoría no tiene una cultura de riesgos (en general) y menos la detección y tratamiento de riesgos en materia de seguridad de la información o tecnología de información. Tampoco cuentan con presupuesto destinado a este aspecto y menos una cultura organizacional que prevenga, lo cual las hace un objetivo más apetecido para este tipo de ataques.
Por otra parte, tenemos también a poblaciones vulnerables como: niños, jóvenes y adultos mayores, los cuales muchas veces por desconocimiento, caen en los riesgos de la ingeniería social y se convierten en víctimas de los ciberdelincuentes.
Debido a la pandemia ocasionada por la COVID-19, los niños se han visto más expuestos a las redes y a los peligros existentes. Según el sitio web, Aula planeta, cinco amenazas más comunes a las que puede enfrentarse los niños y adolescentes son:

Protección
Existen soluciones tanto de hardware como software para la protección contra diversas amenazas, pero lo más importante son las precauciones que cada persona pone en práctica para su protección. A continuación:
- Uso de redes conocidas, en la medida de lo posible no conectarse a redes publicas
- Acceder a páginas web seguras
- Generar contraseñas robustas
- No compartir contraseñas
- No abrir correos desconocidos
- No acceder a enlaces de esos correos desconocidos
- Supervisar a los niños y jóvenes cuando estén conectados a red.
Para combatir amenazas debemos concientizar y educar a las personas, ya sean niños, jóvenes, adultos, adultos mayores, en sus casas y en sus trabajos. Esta labor debemos desarrollarla cada uno de nosotros, adoptando buenas prácticas y protegiendo nuestra información.
Marcela Ivankovich Guillen
Consultora Socia
SGE Consultores
mivankovich@sge-consultores.com