La Cámara Nacional de Productores y Exportadores de Piña (CANAPEP) está un paso adelante en el cumplimiento de lo que plantea la Unión Europea con el Pacto Verde, que se sostiene en el acatamiento del manual de buenas prácticas agrícolas, que es requisito para cada uno de los asociados a la Cámara y que en el caso de la organización, van por la versión número 10.
En el manual se establecen las buenas prácticas agrícolas para la producción de piña, necesarias para asegurar un producto sano e inocuo, libre de contaminantes que puedan causar daño a la salud del consumidor, y de plagas capaces de ocasionar problemas fitosanitarios y afectar la calidad comercial del producto.
Igualmente, se promueve la protección de la salud, la seguridad y el bienestar del trabajador en el campo, así como la protección del ambiente, compatible con una agricultura sostenible y de bajo impacto ambiental.
Stephanie Rodríguez, coordinadora del Programa Socioambiental de la Cámara, y Roberto Cordero, abogado ambiental, explicaron que el manual es riguroso, ya que no sólo incorpora prácticas ambientales sostenibles, también exige la parte social y todos los asociados son sometidos, regularmente, a inspecciones para asegurar el cumplimiento.
Además, desde el 2021 la organización participa con la Unión Europea en la estrategia “De la Granja a la Mesa”. Dentro de este trabajo está el análisis del ciclo de vida, ahí se logró identificar once huellas de la Piña de Costa Rica en suelo, aire y agua.
Recordaron que ya la Unión Europea pretendía antes de la pandemia, que para el 2020 todos los productos que venían en una lista, debían ir etiquetados con información de la huella ambiental. En ese grupo, en Costa Rica el café fue uno de los primeros que cumplió con esos requisitos dentro de la misma línea del Pacto verde.
En el caso de la piña, se están adelantado a este proceso y realizan toda una recopilación de información, porque para hacer el análisis del ciclo de vida, se necesitan los datos desde que se prepara el suelo hasta que la fruta se coloca en el puerto.
Rodríguez y Cordero señalaron que el gran objetivo del Pacto Verde es, por ejemplo, que el consumidor consciente adquiera la piña de Costa Rica porque su impacto es menor que la que se produce en África.
CANAPEP trabaja fuerte en la recopilación de información; ambos reconocieron que no ha sido fácil, ya que no hay expertos en el país en ese campo y tampoco han contado con el respaldo del nuevo gobierno, ya que la Dirección de Cambio Climático aún no tiene persona encargada.
Como acciones, recordaron los esfuerzos para conseguir el respaldo de la Corporación alemana GIZ, que invierte recursos y que facilita los procesos para el cumplimento del Pacto Verde.
Además, han vinculado su manual socioambiental con los objetivos de Desarrollo Sostenible. La idea es que cuando se hacen las revisiones en campo, se le pueda decir a los asociados como se relaciona ese esfuerzo con el Manual Socioambiental de la Cámara, que cubre, prácticamente, todos los 16 objetivos que plantea el Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo sostenible.
Sobre la reducción del uso de productos tradicionales por insumos orgánicos para la producción de piña convencional, el abogado ambiental destacó que este es un gran tema que el país y la misma Unión Europea deben abordar.
Cada producto orgánico, biocontrolador o biofertilizante debe estar registrado para poder utilizarse y garantizar al consumidor que al comer una piña, no tendrá ningún efecto en su salud.
“Cualquier producto que yo le ponga a la piña tiene que estar probado en un laboratorio, para garantizar que no tenga efectos secundarios en los consumidores. Cuando hablamos de reducir en un 50% el uso de productos convencionales, tenemos que tener los productos orgánicos debidamente certificados para el control de plagas, insectos y para fertilizar las plantas”, enfatizó Cordero.